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El arte no necesita permiso para pensar




En el mundo del arte, existen formas muy refinadas de menosprecio.
No siempre son ataques directos: a veces se disfrazan de consejo.
Frases como “te falta culturizarte” o “deberías leer más” funcionan como pequeños gestos de poder, diseñados para ubicar al otro en un escalón inferior.

Pierre Bourdieu lo explicó hace décadas: la cultura puede ser un arma de distinción, una forma de marcar quién pertenece y quién no.
El conocimiento deja de ser un espacio de encuentro para volverse una frontera simbólica.
En lugar de abrir la conversación, se usa para cerrarla.

Lo irónico es que, en muchos casos, esos mismos “guardianes del saber” producen obras frágiles, sostenidas más en discurso que en mirada.
Son los que leen para legitimar lo que hacen, no para expandir lo que piensan.

Susan Sontag advertía que “la interpretación se ha convertido en la venganza del intelecto sobre el arte”.
Y tenía razón: cuando el análisis suplanta a la sensibilidad, el pensamiento se vuelve un disfraz.
Leer, estudiar, pensar, son actos fundamentales; pero leer no garantiza ver.
Y hay imágenes que piensan más que muchos tratados.

Decirle a alguien que “le falta cultura” es, muchas veces, una forma elegante de decir “tu forma de ver el mundo me incomoda”.
Porque la cultura real —la que importa— no consiste en acumular referencias, sino en saber mirar, conectar y crear sentido propio.
La verdadera inteligencia artística no se mide en citas, sino en riesgo.

Quizá el problema no sea la falta de lectura, sino subestimar al otro.




LUX ET UMBRA – El claroscuro como territorio fotográfico

 



Lux et Umbra
nace de una fascinación personal por el claroscuro barroco y por la teoría —no comprobada pero sugestiva— de que Caravaggio habría utilizado una cámara oscura como herramienta compositiva. Esta hipótesis, entre la historia del arte y la especulación técnica, fue el punto de partida para imaginar una serie fotográfica que no busca replicar obras, sino evocar una atmósfera: la tensión entre luz y sombra, entre presencia y ocultamiento.

Mi intención fue acercarme a la densidad emocional de la pintura barroca desde el lenguaje fotográfico contemporáneo. Trabajé con iluminación artificial cuidadosamente dirigida, creando escenas donde los cuerpos emergen desde la penumbra, las texturas cobran protagonismo, y la luz modela como si fuera pincel.

No busco hacer una fotografía “pintada”, sino preguntarme si la fotografía puede volver a tocar el tiempo de la pintura sin dejar de ser imagen. Si puede volver a hacer silencio. Si puede suspender la inmediatez para volver al misterio.

En un mundo saturado de brillo y velocidad, detenerme en la sombra fue también un gesto de resistencia. En ese espacio ambiguo —ni completamente visible ni del todo oculto— encontré una forma de expresar lo esencial, lo íntimo, lo no dicho.

por Javier Galli




La carpeta de los 10

Hoy se llamaría “colectivo de artistas”...En la década de 1950, un grupo de fotógrafos en Buenos Aires se unió para formar "La Carpeta de los Diez", una agrupación que dejó una huella indeleble en la historia de la fotografía argentina. Este colectivo, activo entre 1952 y 1959, se destacó por su enfoque autogestionado y su compromiso con la crítica constructiva y la difusión de su obra sin depender de instituciones oficiales.

Orígenes y Miembros

El grupo estaba compuesto por diez fotógrafos de diversas nacionalidades, en su mayoría europeos que habían emigrado a Argentina. Entre ellos se encontraban Fred Schiffer, Annemarie Heinrich, Anatole Saderman, George Friedman, Alex Klein, Max Jacoby, Juan Di Sandro, Hans Mann, José Malandrino y Boleslav Senderowicz. Su primera exposición colectiva se llevó a cabo en 1954 en la Galería Picasso, ubicada en la calle Florida de Buenos Aires. El nombre "La Carpeta de los Diez" hacía referencia a las carpetas individuales que cada miembro aportaba a las reuniones para someter sus fotografías a la crítica y análisis del grupo. Annemarie Heinrich describía estas reuniones como espacios donde cada uno traía una carpeta con sus fotos, las cuales eran criticadas por los demás, anotando opiniones detrás de las copias.

Impacto en la Fotografía Argentina 

La formación de "La Carpeta de los Diez" representó un hito en la fotografía argentina, ya que introdujo una nueva forma de colaboración y análisis crítico entre fotógrafos, alejándose de las estructuras tradicionales y concursos dominantes de la época. El historiador Adolfo Bécquer Casaballe señaló que, aunque este tipo de agrupaciones tenía precedentes en Estados Unidos y Europa, en Argentina fue un acto inaugural de encuentro entre fotógrafos con la intención de producir obra, analizarla y generar propuestas al margen de las instituciones.

Legado y Reconocimiento

Aunque el grupo se disolvió en 1959, su influencia perduró en el tiempo. En 2010, la Galería Vasari rindió homenaje a "La Carpeta de los Diez" con una exposición que reunió obras de sus miembros, destacando la diversidad estilística y temática que caracterizó al colectivo. Esta muestra permitió apreciar cómo se fue formando un canon en la fotografía de posguerra en Argentina, desde los retratos en claroscuro de Saderman hasta la fotografía de moda de Senderowicz. La historia de "La Carpeta de los Diez" es un testimonio del poder de la colaboración artística y la autogestión en la promoción y desarrollo de la fotografía como forma de arte en Argentina. Su legado continúa inspirando a nuevas generaciones de fotógrafos y colectivos artísticos en el país y más allá.